Dysphoria mundi (Paul B. Preciado) / ¿La muerte de la clínica?
Cuando sea mirado retrospectivamente, lo que hoy llamamos “confinamiento” será visto como el gran encierro digital.
Las ciencias que trabajan con el telecuerpo ya no son la biología y la medicina, sino la informática y el marketing, entendidos como estrategias de mercado y técnicas de mando y control cibernético.
El entorno en el que existe el telecuerpo ya no es el suelo o la Tierra, sino internet como mercado supraplanetario. El telecuerpo no es, sin embargo, ni postsexual, ni postgénero, ni postracial.
Internet es también un espacio altamente sexualizado, generizado y racializado según parámetros y algoritmos normativos.
Convertirse en telecuerpos fue la condición necesaria para que las economías posindustriales siguieran produciendo y consumiendo a través de la extracción y distribución de recursos digitales.
Es el capitalismo petrosexorracial el que está mutando y haciendo que todo mute con él. Telecapitalismo.
Pero aunque el telecuerpo es objeto de la informática, de la dominación y la vigilancia digital, también puede convertirse en un posible sujeto de desobediencia cibernética y, eventualmente, de emancipación digital.