Sal de la máquina (Sergio Legaz)
Ahora, con el smartphone, nuestro foco de atención salta, errático y nervioso, de un lado a otro.
Nuestro pensamiento se ha vuelto superficial y fragmentario. Se podría decir que hemos pasado del flujo orgánico y continuo de pensamiento, propio de nuestra estructura cerebral –equiparable a un modo de operar “analógico”-, a un pensamiento binario y reduccionista, más propio de las máquinas que nos gobiernan.
Por primera vez en la historia, un objeto ha conseguido penetrar completamente en nuestro espacio vital, interfiriendo en todas y cada una de nuestras acciones y actividades.
Acaso el reloj mecánico sea el único precursor relativamente equiparable en cuanto a sus repercusiones sobre la existencia humana, si bien su forma de marcarnos el ritmo resulta incomparablemente menos invasiva que la del smartphone.
Un nuevo opio para el pueblo servido en bandeja.
Cada detalle en la configuración técnica del aparato está pensado para generar dependencia.
Asignar a los dispositivos electrónicos el don de la inteligencia constituye una perversión de significados y alimenta el peligroso discurso de “confianza ciega en la Máquina”, a costa de nuestras propias capacidades.
Creemos que ha llegado la hora de cuestionar abiertamente la posición de dominio total de la Máquina sobre el ser humano.